Aerosoles y COVID-19: las evidencias más modernas sobre la transmisión
A medida que se despejan las incógnitas sobre la COVID-19, aparecen nuevas dudas. Sin embargo, hay algunos aspectos que cada vez están más claros en cuanto a su transmisión. Por ejemplo, el hecho de que se transmiten por aerosoles es una de las cuestiones más difíciles de abordar hasta la fecha, pero aún más complicado es obviar la evidencia científica al respecto.
¿Qué son los aerosoles?
Desde el comienzo de la pandemia, la postura oficial a nivel global explicaba que los medios de transmisión principales del coronavirus son por fómites (partículas en las superficies) y, sobre todo, por gotículas; que podían permanecer durante minutos en el aire y afectar a nuestras mucosas, dándole paso a los virus a nuestro cuerpo.
Sin embargo, los datos sobre contagios no parecen ser coherentes con esta hipótesis. Muy al contrario, las gotículas parecen insuficientes para explicar la virulencia del SARS-CoV-2. Es entonces cuando la influencia de los aerosoles cobra importancia. Como las micro gotas, o gotículas, los aerosoles son partículas diminutas que producimos al exhalar. Si estamos contagiados, el virus puede encontrarse en dichas gotas, tal y como se ha comprobado.
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La diferencia entre las micro gotas y los aerosoles, no obstante, es su tamaño. Una gotícula se comporta de forma "balística". Esto quiere decir que sale de nuestra boca, hace un arco y cae al suelo. Los aerosoles, sin embargo, son tan pequeños que no se ven y, además, pueden quedarse flotando en el ambiente. Si no hay movimiento de aire, pueden permanecer en un lugar durante horas.
Esto es especialmente peligroso en espacios cerrados, ya que aumenta la posibilidad de exposición al virus. Existen diversos estudios que demuestran que a mayor carga vírica más aumenta la incidencia de la enfermedad y sus consecuencias pueden ser peores. El hecho de que la enfermedad se transmita por aerosoles, además, explicaría muchos fenómenos, como la superdispersión o los contagios inexplicables, sin contacto, que se han documentado durante todo 2020.
Los aerosoles, sin embargo, son tan pequeños que no se ven y, además, pueden quedarse flotando en el ambiente |
Entonces, ¿cómo nos contagiamos?
Teniendo en cuenta lo que hemos dicho antes, la forma de contagio más común sería respirando estas partículas, aerosoles, cargadas con virus. Al pasar por una zona donde no hay casi movimiento de aire, si los aerosoles permanecen en suspensión, los aspiraremos y el virus accederá a nuestras mucosas.
Imaginemos una nube de humo de tabaco. En una habitación sin ventilación, el humo permanece horas, y cuando entremos, podremos olerlo. Algo similar ocurriría con el virus. También será más intenso cuanto más cerca estemos de la persona que "está fumando". En una zona aireada, como el exterior, sin embargo, el humo se desvanece rápidamente por el aire. Deberíamos estar muy cerca de una persona para que llegara a nuestra nariz. Por supuesto, los filtros, como las mascarillas homologadas, también pueden ayudar a impedir que el humo, o los virus según la metáfora, lleguen a nuestras mucosas.
Medidas para protegernos de los aerosoles
Sabiendo todo esto, ¿qué podemos hacer para reducir los contagios? Existen numerosas medidas, baratas y eficaces, que se pueden implementar tanto de manera sistemática como de forma más local, incluso en casa. Entre dichas medidas está el trasladar en la medida de lo posible las actividades al exterior: las corrientes de aire dispersan los aerosoles, reduciendo la carga vírica rápidamente.
También podemos optar por hablar bajito y mantenernos en silencio el máximo tiempo posible. ¿Por qué razón? Cuando respiramos emitimos aerosoles, como decíamos. Y cuando hablamos, la cantidad es 10 veces mayor. Cuando gritamos o cantamos, esta cantidad puede ser de hasta 50 veces más. Hablar calmados y en tono bajo puede ayudar a rebajar la cantidad de virus que expulsamos.
Aprovechar espacios abiertos, asegurar el ajuste de la mascarilla, hablar bajito y airear adecuadamente la habitación son medidas baratas y eficaces para reducir la posibilidad de exposición |
Otra medida básica esla correcta aireación de los espacios cerrados. Esto no se consigue solo con abrir una ventana. Es imprescindible que exista una corriente de aire que permita la renovación, con un flujo constante. En general, es imprescindible que entre aproximadamente 5 y 6 veces el mismo volumen de aire existente en una habitación para asegurar su renovación.
Por descontado, hay que mantener ciertas medidas comunes, como es el distanciamiento físico, que impiden ponernos al alcance de los aerosoles, y usar correctamente las mascarillas homologadas, que evitarán el paso de estos aerosoles. Además, podemos utilizar filtros HEPA especiales para ayudar a limpiar el aire y detectores de CO2 que nos servirán para saber el estado del aire de la habitación.
Todas estas medidas, y algunas más, han sido publicadas por el Ministerio de Ciencia e Innovación, en colaboración con el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua, IDAEA-CSIC, en la "Guía para ventilación en aulas". Esta misma guía es la que sirve de base para las medidas que se están adoptando, por ejemplo, en los colegios de Canarias, tratando de combatir la expansión de estos aerosoles con capacidad infectiva. Pero, además, como hemos visto, son medidas que podemos aplicar en casa, reduciendo al mínimo la posibilidad de contraer la COVID-19.
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